Maitane Aldanondo
Bilbo

Clap Shoes: la renovación de la tradición como modelo de negocio

Cuatro estudiantes de MU han recuperado las alpargatas actualizando su estética y las vías para su comercialización. Lo que surgió como un proyecto universitario más se ha convertirdo en una opción laboral para sus creadores, que se proponen hacerlo crecer.

Clap Shoes es un proyecto desarrollado por Angela del Río, Maialen Ezkurra, Antonio Pipaun y Virginia Venegas, estudiantes que acaban de completar el segundo curso del grado Liderazgo Emprendedor e Innovación (LEINN) de Mondragon Unibertsitatea. Los jóvenes formaron junto con otros diez compañeros Igloo, una asociación que está en proceso de convertirse en cooperativa. En ella desarrollan iniciativas relacionadas con la moda, la educación y la tecnología. En abril de 2014 arrancó este negocio que quiere recuperar y modernizar un calzado tradicional: las alpargatas.

La inversión inicial rondó los 400 euros con la que los emprendedores compraron alpargatas blancas al por mayor, que pintaban ellos mismos. Posteriormente, pasaron a co-crear los modelos con los artesanos en base a los materiales disponibles y a lo que veían en las pasarelas. Ezkurra admite que al inicio no fueron especialmente ambiciosos y «ahora estamos empezando a ser conscientes del impacto que podemos tener». Su idea es mantener el proyecto en el futuro e ir haciéndolo más grande. Para escalarlo contarán con la asesoría de Laboral Kutxa que ha escogido Clap Shoes para su programa de mentoring. La facturación va creciendo aunque sufre altibajos dependiendo de la época del año. A puertas del verano, el mes pasado facturaron unos 1.400 euros.

La idea de negocio surgió de manera casual, cuando la madre de Venegas les habló de Alicia, artesana alpargatera de Gasteiz. Encajaba en su filosofía «slow fashion sustentado sobre el consumo sostenible, responsable y local», y se pusieron manos a la obra. En palabras de la joven es «un producto local que está de moda, bastante customizable y con muchas posibilidades». Junto con las piezas de la colección, el comprador puede adaptar las características a su gusto: tela, color, suela o cordones, incluso, puede proporcionar el tejido para su confección. Algunos de estos los han obtenido mediante estudiantes que han conocido en los viajes realizados durante el grado. Han tenido telas provenientes de México y esperan que su estancia en China e India el próximo otoño se traduzca también en nuevas adquisiciones textiles.

Además de adaptar el producto a los gustos actuales, la novedad reside en el uso de Internet para comercializar calzado artesanal. Empezaron vendiendo en su entorno y en mercados, a la vez que promocionaban Clap Shoes en las redes sociales. La colaboración con blogueros influyentes o los diseñadores bilbainos Ätakontu también han contribuido a darles a conocer. Al aumentar las ventas fueron conscientes de que la relación coste-beneficio de vender por Internet era mayor. Abrieron la tienda online en octubre y es un escaparate a todo el mundo. Han recibido pedidos de Estados Unidos o Israel, pero Venegas reconoce que «vendemos sobre todo en Euskadi, en España y en Europa, principalmente, Portugal y Francia». No quieren perder el trato directo y entre sus objetivos está volver a los mercados y tener un punto de venta en Bilbo, Donostia, Barcelona y Madrid.

Sus clientes son «mayoritariamente mujeres de entre 18 y 30 años a las que les gusta la moda y aprecian lo artesanal». Como explican en la nota que adjuntan a los envíos, cada par es el resultado de un trabajo de entre 20 y 40 minutos. Se entrega dentro de una bolsa pintada a mano por ellos y cuesta entre 20 y 30 euros. Al ser un calzado estival, el pasado invierno lanzaron una colección de botas hechas en Arnedo (La Rioja), y no descartan seguir incorporando nuevos productos que respondan a su filosofía.

 

La promoción de un oficio casi desaparecido como propósito

Los promotores del proyecto Clap Shoes tienen entre sus objetivos el recuperar el oficio alpargatero. «Le da más valor a lo que hacemos, al ser una profesión que está desapareciendo. Podemos trabajar con los artesanos y llevarles ese mercado de hoy en día, el de Internet», afirma Virginia Venegas, miembro de Igloo. Les ha sido muy difícil responder al aumento de la demanda por la falta de artesanos, a los que, recuerda Maider Ezkurra, han buscado a través de asociaciones y ayuntamientos «en especial, alrededor de Azpeitia, que hasta hace poco era zona alpargatera». Su aparición en los medios ha propiciado que contacten con una pareja, pero prevén que necesitarán más.