Alberto PRADILLA

«EUROPA O EL CAOS» COMO GRAN ARGUMENTO PARA VOTAR «SÍ»

RECHAZAR EL PLAN DE LAS INSTITUCIONES ES DAR UN PORTAZO A EUROPA Y SINÓNIMO DE DEJAR LA UNIÓN. ESE ES EL PRINCIPAL ARGUMENTO DE LAS MILES DE PERSONAS QUE ABARROTARON SYNTAGMA RECLAMANDO EL «SÍ» PARA EL DOMINGO. RECONOCEN QUE LA SITUACIÓN ES MALA PERO TEMEN EL «APOCALIPSIS» Y SUEñAN CON EL FIN DE SYRIZA.

«No queremos que nuestro país se convierta en Cuba». Aunque lo parezca, la afirmación no es una caricatura, sino el argumento expresado por Defteris, un joven contable que ayer se manifestó en Syntagma para reclamar el «Sí» en el referéndum del domingo. «Somos un país sin recursos, los recortes son indispensables. No se puede gastar si no tienes», afirmaba junto a tres amigos que asentían justo al lado Megaromaximu, residencia oficial del primer ministro, Alexis Tsipras. En términos cuantitativos, la marcha fue un éxito. Llovía, en algunos momentos a mares, pero el centro neurálgico de la protesta ateniense estaba a reventar, al igual que la víspera con los detractores de la austeridad. La permanencia en Europa es el gran argumento aunque también subyacen otros. El primero, el rechazo absoluto al Gobierno de Syriza. Los que se movilizaban son los que observaron con pavor que la coalición de izquierdas llegase al poder hace cinco meses. El segundo, un conservadurismo entendido en términos de «prefiero quedarme como estoy», que se da en quien todavía tiene mucho que perder. Lo explicaban Spiros y Yanis, amigo de Spiros y programador de profesión: «La gente que hemos logrado un nivel de vida razonable tenemos miedo de quedarnos sin nada».

Europa, seguir en la UE, es el gran dogma y todo lo demás es secundario para los que defienden mantener el estatus quo. Convencidos o no, es el voto del miedo. La identificación entre aceptar la oferta de la Troika y el europeísmo se demostraba a través de banderas con las doce estrellas amarillas sobre fondo azul y los cánticos de «Grecia, Europa, democracia» entre atronadores pitidos. No es que sus antagonistas crean que rechazar el plan de las «instituciones» vaya a suponer un camino de rosas, pero quienes ayer colapsaban Syntagma entienden que ceder, aunque duela, es el apocalipsis. «Lo más importante es mantener los lazos con Europa. De lo otro ya hablaremos después», argumentaba Mike, un ejecutivo de una multinacional acompañado por su familia: mujer e hija envuelta en enseña helena. «Si gana el ‘No’ podemos quedarnos fuera. No queremos probar. Hemos trabajado duro para estar en Europa», corroboraba Christos, profesor de secundaria en la red pública.

Tener o no trabajo marca

Nadie niega el impacto de los recortes, aunque como reconocía este profesor, quien más los padece es quien se encuentra en paro. No era su caso. Tampoco el de Dimitris, trabajador en el sector del Turismo y quien se calificaba como «daño colateral» de decisiones, pasadas y presentes, que considera ajenas. Alguno hasta apuntaba razones de clase. Como Kostas, responsable de exportaciones en una multinacionales. «Los proeuropeos, gente como yo, que trabajamos en los negocios y las exportaciones vamos a votar que ‘Sí’», afirmaba. En su opinión, el control de capitales llega hoy a su momento crítico. «No vamos a poder pagar a los empleados», afirmaba, para luego terminar reconociendo que con las transferencias sin tocar era lógico pensar que cualquier trabajador recibiese su salario. «Pero no podrán sacar más de 60 euros», añadía. Para él, al disponer de tarjeta en bancos extranjeros (Bulgaria) no había problema.

«La manera de apoyar a la gente pobre no es destruir Grecia», insistía Defteris. No sabía explicar cómo. Tampoco tenía receta para la deuda, verdadero problema de fondo. Al igual que él, muchos coincidían en que Bruselas tiene deberes. Aunque lo que de verdad compartían era el anhelo ver la dimisión de Tsipras lo antes posible.